Pese a que el título de mi entrada hace referencia a uno de los temas presentados por el prof. Sevilla, mi comentario va a estar estrachemente relacionado con el material de referencia que le corresponde, concretamente el artículo sobre "la trampa de Sokal". Por hacer un breve resumen de dicho artículo, se presenta la gran controversia que creó el prof. Alan Sokal a mediados de los años 90 en torno a la eterna dicotomía entre ciencias exactas y ciencias sociales, y la creciente apropiación y relativización por parte de éstas últimas de las teorías de las primeras. A día de hoy, casi 20 años después de "la trampa de Sokal" los ríos de tinta siguen fluyendo en la misma dirección, es decir, seguimos alimentando una cuestión de la cual ya sabemos la respuesta pero de la que parece que no nos interesa aceptar: la inevitable y necesaria simbiosis de todas las ciencias.
Un concepto que ha acentuado esta dicotomía en las últimas décadas, y más incisivamente en este periodo de crisis, es el de la "utilidad", ligada estrechamente con otro concepto, el de "beneficio", huelga decir económico. Cuando comencé la carrera de Filología hispánica, siempre surgían de la boca de mi interlocutor dos trascendetales preguntas: ¿Eso qué es? y, a continuación, ¿para qué sirve?. Debo reconocer que la primera cuestión planteada nunca me importunaba, al contrario, disfrutaba explicando en qué consistían mis estudios y como pasaba los días rodeado de los grandes clásicos de la Literatura y con los primeros, aunque no por ello pequeños pasos de una ciencia reciente como es la Lingüística. Sin embargo, la segunda pregunta que me planteaban, ¿para qué sirve?, inevitabllemente siempre me creaba un gran sentimiento de desazón. En parte, porque nunca me había planteado esa cuestión, simplemente siempre había sabido que quería estudiar una carrera como esta, pero lo que realmente me afectaba era comprobar como todo el mundo consideraba que tenía que tener una "utilidad". Como es evidente, cuando la gente formulaba esta pregunta, por lo que realmente estaban preguntando era ¿qué salidas profesionales tienes?. En ese punto, yo siempre recitaba de memoria la pequeña lista de profesiones que un licenciado en filología hispánica puede realizar, como un niño de primaria en el día de las profesiones. Pero en mi fuero interno, se reabría el debate por la "utilidad" de mis estudios. Con los años, he llegado a la conclusión de que el estudio del lenguaje y las lenguas debería ocupar un puesto preeminente dentro de las ciencias, tan preeminente como el resto de disciplinas (no quiero caer en la controversia que tratamos de eludir en estas líneas). Por ello, cuando me preguntan para qué sirve mi carrera, les suelo responder con otra pregunta, ¿te imaginas un mundo sin palabras, sin lenguas y sin literatura?.
Pero en esa línea nos podemos hacer tantas preguntas como disciplinas hay: ¿te imaginas un mundo sin leyes?¿te imaginas un mundo sin esperanzas cuando una persona cae enferma? ¿te imaginas un mundo sin agricultura?, por decir algunas. Nos resulta prácticamente imposible concebir tal mundo porque hemos nacido dentro de él, como el pez que es capaz de ver todo menos el agua en la que vive. La "cultura", el medio por el cual el ser humano adapta el medio a sus necesidades, unifica todas esas ciencias que nos empeñamos en clasificar y jerarquizar borrando todas las barreras para que no tengamos que empezar de cero siempre, sin lengua, sin leyes o sin agricultura. No hay mayor "utilidad" que su mera existencia y personas que tengan el valor de cultivarlas, y en ese sentido, creo que tanto todas las disciplinas como las personas somos iguales.
Un concepto que ha acentuado esta dicotomía en las últimas décadas, y más incisivamente en este periodo de crisis, es el de la "utilidad", ligada estrechamente con otro concepto, el de "beneficio", huelga decir económico. Cuando comencé la carrera de Filología hispánica, siempre surgían de la boca de mi interlocutor dos trascendetales preguntas: ¿Eso qué es? y, a continuación, ¿para qué sirve?. Debo reconocer que la primera cuestión planteada nunca me importunaba, al contrario, disfrutaba explicando en qué consistían mis estudios y como pasaba los días rodeado de los grandes clásicos de la Literatura y con los primeros, aunque no por ello pequeños pasos de una ciencia reciente como es la Lingüística. Sin embargo, la segunda pregunta que me planteaban, ¿para qué sirve?, inevitabllemente siempre me creaba un gran sentimiento de desazón. En parte, porque nunca me había planteado esa cuestión, simplemente siempre había sabido que quería estudiar una carrera como esta, pero lo que realmente me afectaba era comprobar como todo el mundo consideraba que tenía que tener una "utilidad". Como es evidente, cuando la gente formulaba esta pregunta, por lo que realmente estaban preguntando era ¿qué salidas profesionales tienes?. En ese punto, yo siempre recitaba de memoria la pequeña lista de profesiones que un licenciado en filología hispánica puede realizar, como un niño de primaria en el día de las profesiones. Pero en mi fuero interno, se reabría el debate por la "utilidad" de mis estudios. Con los años, he llegado a la conclusión de que el estudio del lenguaje y las lenguas debería ocupar un puesto preeminente dentro de las ciencias, tan preeminente como el resto de disciplinas (no quiero caer en la controversia que tratamos de eludir en estas líneas). Por ello, cuando me preguntan para qué sirve mi carrera, les suelo responder con otra pregunta, ¿te imaginas un mundo sin palabras, sin lenguas y sin literatura?.
Pero en esa línea nos podemos hacer tantas preguntas como disciplinas hay: ¿te imaginas un mundo sin leyes?¿te imaginas un mundo sin esperanzas cuando una persona cae enferma? ¿te imaginas un mundo sin agricultura?, por decir algunas. Nos resulta prácticamente imposible concebir tal mundo porque hemos nacido dentro de él, como el pez que es capaz de ver todo menos el agua en la que vive. La "cultura", el medio por el cual el ser humano adapta el medio a sus necesidades, unifica todas esas ciencias que nos empeñamos en clasificar y jerarquizar borrando todas las barreras para que no tengamos que empezar de cero siempre, sin lengua, sin leyes o sin agricultura. No hay mayor "utilidad" que su mera existencia y personas que tengan el valor de cultivarlas, y en ese sentido, creo que tanto todas las disciplinas como las personas somos iguales.