lunes, 25 de agosto de 2014

Fraude científico

Como en toda actividad llevada a cabo por el ser humano, hay una actitud que la alumbra y como tal, estas actitudes pueden ser no tan rectas y "virtuosas" como cabría esperar. Los científicos, esa rara avis de nuestra sociedad, tienen el prestigio de considerarse también humanos, por lo que están tentados a dejarse llevar por dichas actitudes en su labor. Hablamos de mala praxis y fraude. Debe reconocer que no había detenido mi atención en este ámbito del mundo académico y de la investigación, ni había alcanzado a imaginar los niveles de profesionalización en los que se encuentra el submundo del plagio, el fraude y la estafa. Achaco dicha falta de interés a un inocente sentimiento presupuesto de profesionalidad, rigor y honestidad dentro del gremio de científicos, puesto que sin esos valores, en mi opinión tu labor deja de ser cuanto menos científica. Sin embargo, este infantil acto de fe en el género humano, no se me malinterprete, sigo teniendo esperanza en nosotros, me nubló frente al hecho de que el fraude es una realidad. Los motivos pueden ser múltiples, desde financieros a prestigio pasando por un abanico de posibildades. No obstante, hay que resaltar que el fraude no sale sino de uno mismo y de su actividad. En este punto me ha resultado muy interesante uno de los materiales de referencia, la infografía creada por Clinical Psychology, donde se recoge de forma esquemática y clara cómo la actividad científica guiada por una mala praxis sigue en aumento.
El artículo que más me ha llamado la atención, sin duda, ha sido el relacionado con el grado de involucramiento emocional en tu trabajo y los resultados. No estaba nada familiarizado con el concepto de pareidolia, aunque sí con sus efectos. Considero que es inevitable una inmersión emocional en toda labor llevada a cabo, puesto que el propio afán de conocimiento está impulsado por un ancestral deseo de curiosidad y autorealización. El riesgo radica en encontrar el equilibrio entre los deseos que impulsan nuestra actividad, la ciencia y nuestra profesión.
Debo reconocer que el artículo relacionado con el aumento de la complejidad del lenguaje científico en las publicaciones científicas me ha dejado un sentimiento agridulce. Por una lado considero la cuestión de fondo planteada en el artículo como de vital importancia, a saber, el acceso (se supone) cada vez más restringido a las publicaciones científicas debido a la complejidad del lenguaje empleado en ellas; y por otro, la niebla que rodea todo este metalenguaje científico donde, sin duda, el trabajo de Hayes es encomiable pero donde aún queda mucho por desmitificar. No obstante, ya se hizo una entrada sobre el lenguaje científico en este mismo blog.
Aprovecho esta entrada para presentar también el comentario sobre algún caso de fraude científico. Tras buscar por la red he encontrado uno de los fraudes más recientes. Aquí subscribo el enlace a la noticia completa para aquellos que quieran profundizar más (http://www.latercera.com/noticia/tendencias/2014/04/659-572410-9-la-historia-del-mayor-fraude-cientifico-del-siglo.shtml). Tomándome las licencias por tratarse de una investigación alejada de mi ámbito de investigación, el caso es que se habían falseado los resultados de un programa de "reprogramación de células madre" de una proyecto de investigación perteneciente a un instituto de investigación japonés, y que posteriormente se publicaron en la revista Nature. Al parecer, las imágenes presentadas para ejemplificar los resultados habían sido manipuladas por uno de los miembros del grupo de investigación. Es complicado dilucidar un móvil para un fraude des estas características. Prestigio, financiación, reconocimiento suelen ser los principales sospechosos, sin embargo siempre hay algo más íntimo que, en mi opinión, está fuera del alcance de terceros, como es nuestro caso. La situación de la mujer en el mundo laboral especializado en japón nos puede facilitar nuevas coordenadas, pero nada definitivo.

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